Pese a que había participado ya en varias producciones mexicanas y de que había tenido un papel más o menos relevante en “Narcos: México” (2021), Diego Calva era prácticamente un desconocido por aquí cuando se supo que iba a cumplir uno de los roles estelares de “Babylon” (2022), la película del aclamado director Damien Chazelle (“La La Land”) que iba a ser protagonizada por Brad Pitt y Margot Robbie.
Como nos lo contó el mismo capitalino en esos momentos, Chazelle lo eligió porque buscaba un rostro nuevo y alguien que tuviera el acento que necesitaba para el personaje. Y el mexicano hizo tan bien las cosas al ponerse en la piel del inmigrante Manuel “Manny” Torres que la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood decidió darle una nominación a los Globos de Oro en la categoría de Mejor Actor en un Musical o Comedia.
Ahora, luego de haber participado también en películas en inglés como “Bird Box Barcelona” (2023) y “City of Dreams” (2023) y de haber aparecido en las series “Familia de Medianoche” (2024) y “El secreto del río” (2024), Calva regresa a la pantalla grande en uno de los papeles principales de “On Swift Horses”, un intenso y conmovedor drama LGBTQ+ que tiene al frente a Daisy Edgar-Jones (“Twisters”) y a Jacob Elordi (“Euphoria), uno de los actores más solicitados de su generación.
En entrevista con Los Angeles Times en Español, el talentoso latino habló de los retos que le planteó la cinta, de sus escenas íntimas con Elordi, de lo que significa el avance de los hispanos en Hollywood, de las conexiones que tiene la cinta con la coyuntura que vivimos y de lo que esta representa para la comunidad homosexual.
Diego, “On Swift Horses” es una película de época que te lleva nuevamente a los Estados Unidos de los ‘50, es decir, el momento en el que terminaba “Babylon”. Te estás volviendo un experto en ese periodo.
Bueno, así me ha tocado; y también me ha tocado mucho australiano [PD: en referencia a Margot Robbie y Jacob Elordi].
Hablemos de Henry, que por su nombre podría parecer un personaje anglosajón, pero que no lo es, no solo porque tú lo interpretas, sino porque lo dice en la película.
Él es de Tijuana, pero acordémonos de que, hasta una época reciente, muchos latinos se cambiaban el nombre para ‘anglocijarse’, para ser menos evidentes. Entonces, probablemente se llamaba Enrique, en realidad.
Cuando lo conocemos, Henry está ganándose la vida como supervisor de seguridad en un casino de Las Vegas. Después, inicia un romance con otro trotamundos, Julius, que es interpretado por Jacob Elordi. ¿Cómo fue desarrollar a este personaje? Cuando hiciste “Babylon”, me contaste que investigaste sobre las personas reales que estaban detrás de ‘Manny’; en este caso, el personaje es ficticio, pero tiene una base real y proviene de una novela previa, escrita por Shannon Pufahl.
Leí la novela, pero esta no tiene diálogos. Las palabras y las conversaciones de los personajes no están desarrolladas. Mi Henry es un poco distinto. Sin embargo, cuando me estaba acercando a él, pensaba en una especie de perro de la calle que tiene varias caras, que logra ser tierno para los humanos para conseguir comida, pero que en el fondo no confía en ellos, porque le han pasado cosas feas. Lo han pateado dos, tres veces; lo han sacado de la casa.
Claro que, aunque no puede confiar, y aunque ha tenido una vida muy dura, tiene deseos y aspiraciones, no solo de amar, sino de encontrar su lugar en el mundo. Es por eso que le interesan el dinero y los casinos. Pero es muy consciente de que si una persona ‘queer’ la tenía muy difícil en los ‘50, un latino la tenía cuatro veces más.
La preparación tuvo que ver con la cultura de los ‘greasers’, esos jóvenes trabajadores que escuchaban rock and roll, y que fueron parte de la primera contracultura estadounidense, yo diría que protopunk. Fue interesante encontrar que muchos de los bares de los ‘greasers’ en la costa de California eran también los bares donde los militares iban a hacer ‘cruising’, después de la guerra de Corea. Eran lugares donde la gente ‘queer’ también podía encontrar a su comunidad.
Henry es un personaje con muchas capas. Había que definir su aspecto. El director me enseñó un libro de un fotógrafo que se especializó en la juventud americana de los ‘40 y los ‘50, y que retrató a muchas parejas homosexuales. Fue ahí que encontramos la cercanía con los ‘greasers’, que no eran todos ‘queer’, evidentemente, pero que formaban igualmente parte de un segmento que la sociedad no quería ver y que rechazaba. Decidimos entonces que tuviera el copete que trae, que era algo muy identificable de los ‘greasers’, pero el pantalón más suelto, como una cosa más latina, con más carisma.
Henry está lejos de ser un personaje perfecto, pero eso lo hace muy realista. El director de la película es abiertamente ‘queer’, pero no maneja la temática de manera panfletaria, sino más bien sutil, pese a que hay siempre un subtexto presente.
Siento que soy muy afortunado por ser parte de una generación donde se empieza a hablar más de la representación, donde empiezan a haber más espacios para los latinos. Pero todo cambio viene acompañado por consecuencias, y una de ellas es que algunos personajes son demasiado ‘in your face’, primero latinos que personas, cuando lo primero que somos es humanos.
La latinidad de Henry es muy importante, y hay un par de diálogos políticos que lo demuestran; pero el asunto por aquí es más latente. Sucede lo mismo con la situación de la identidad sexual, porque el director intenta darle una vuelta a la clásica historia ‘queer’, que suele ser una tragedia.
La actriz de ascendencia colombiana Sasha Calle interpreta a una lesbiana envuelta en un romance prohibido con el personaje interpretado por Daisy Edgar-Jones, la protagonista del filme, que es supuestamente heterosexual y está casada con un buen hombre. Si se ve esta historia desde una perspectiva progresista, se podrá decir que los dos latinos de la película le permiten a estos anglosajones iniciar o desarrollar su verdadera identidad sexual; si se la ve desde el lente conservador, se podría afirmar que están más bien ahí para pervertir a estos pobres blancos.
Son discusiones que podrían llevarnos también a preguntar por qué Jacob y yo estamos interpretando a personajes ‘queer’. Pero hay ciertas situaciones que no son ‘actuables’, como la raza. En los ‘50, las personas ‘queer’ tenían todavía que esconderse para besarse, y los latinos tenían más que claro que les tocaba la cocina. Pero ahora nos damos cuenta de que las cosas no han cambiado tanto.
Es importante decir que la película tiene también un tono muy contemporáneo, porque, de alguna manera, es una especie de recordatorio para no caminar hacia atrás, para valorar el camino recorrido y los derechos que ya existen. No se puede regresar a lo mismo, a los momentos en que nos teníamos que esconder, en que nos estaban deportando, en que nos estaban borrando de la existencia.
Creo que una de las cosas más bonitas del cine y del arte es el planteamiento de preguntas más que de respuestas. Esta no es una película pesada, ni violenta, sino una que puede dejar un buen sabor de boca al final y despertar en reflexiones. Siempre que se habla de época es para hacer un comentario sobre el presente, como sucede también en ‘Babylon’.
Jacob es superalto. Pero tú no te ves chiquito a su lado. ¿Cuánto mides?
Mido 1.90, pero creo que Jacob mide dos metros.
Hay varias escenas íntimas entre los dos; no son grotescas, porque el director filma de una manera muy clásica y elegante, pero, de todos modos, son bastante gráficas. ¿Cómo fue trabajar en ellas? ¿Hubo un coordinador de intimidad?
Claro, hubo un coordinador de intimidad, y yo creo que ayudó no solo en lo que se refiere a poder hacer nuestro trabajo, sino también a encontrar nuevas maneras de resolver la escena. Para poder actuar, o, más bien, para poder dejar de actuar, hay que sentirse seguro. Y eso es algo que el director hizo muy bien. Hicimos esas partes en un set cerrado y tras tener muchas conversaciones, para poder generar un espacio de intimidad y de confianza en el que tanto Jacob como yo pudiéramos jugar libremente.
Jacob es uno de los actores jóvenes más solicitados en Hollywood, así como uno de los más atractivos. ¿Te sentiste nervioso cuando te enteraste de que ibas a participar en esta clase de escenas con él?
A mí la fama no me intimida; lo que me intimida es el talento. Vi a Jacob en “Euphoria” mucho antes de saber que iba a trabajar con él, y esa es una serie muy divisiva, porque o te gusta o la odias. A mí me gusta mucho, mucho, mucho. Y cuando lo vi actuar ahí, dije: ‘¡Guau!’ Recuerdo sobre todo una escena en la que tiene una pelea con el actor que hace de su papá. Es brutal. La manera en que él logra acceder a las emociones es increíble.
Entonces, lo que me tenía muy emocionado era la idea de tener con él un round actoral, que no es una batalla, sino algo entre personas del mismo equipo. Cuando he trabajado con actores como Margot Robbie y Lola Dueñas, tan experimentados o tan instintivos, eso es lo que me puede llegar a intimidar.
Bueno, ya has besado en la pantalla a Margot y a Jacob. Mucha gente te tendrá envidia.
Sí, soy uno de los mexicanos más afortunados del país, definitivamente [risas].
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