Cuando Dunga, campeón del mundo con Brasil en 1994, volvió a pisar el mítico Rose Bowl de Pasadena 31 años después de alzar la Copa del Mundo, los recuerdos se arremolinaron en su mente. Aquella calurosa tarde en que la Verdeamarelha venció a Italia por penales sigue viva en su memoria.
“Tenía muchas ansias anoche al llegar al hotel de volver a ver el estadio. El venir aquí y ver el estadio lleno fue algo que me trajo muchos recuerdos”, expresó Dunga, presente en los partidos de Botafogo en el Rose Bowl durante el Mundial de Clubes, el cual sostuvo seis partidos de la primera fase.
Fundado en 1922, el Rose Bowl ha sido testigo de grandes momentos del fútbol mundial, no solo para Dunga, sino también para millones de aficionados que han presenciado un partido en este inmueble. En este estadio se disputó la final del Mundial Femenino de 1999, los Juegos Olímpicos de 1984 y, por supuesto, la épica final de 1994. Este miércoles, se despidió de otro capítulo mundialista con un total de 269,326 asistentes en seis juegos, según datos de la FIFA, con un promedio de 44,887 espectadores por partido.
Las gradas vibraron con encuentros memorables. Uno de los más destacados fue el lleno de 80,619 fanáticos que presenciaron el duelo entre el París Saint-Germain y el Atlético de Madrid. También resaltó la entrega de los aficionados de Botafogo, que celebraron con euforia la victoria sobre el PSG, y el emocionante choque entre River Plate y Monterrey, que reunió hinchas desde la Patagonia hasta Dubái, generando un ambiente inolvidable.
“Desde mi más tierna infancia, desde que me interesé por el fútbol, este estadio siempre, siempre ha aparecido en alguna parte. Así que estoy muy contento de que por primera vez en mi vida pueda estar aquí”, dijo Marciej Skorza, entrenador polaco de los Urawa Red Diamonds al hablar del estadio y lo que más recuerda de inmueble de Pasadena, el penal fallado por su ídolo Roberto Baggio ante los brasileños en 1994.
“Yo era un gran admirador suyo por aquel entonces, sentí profundamente aquel fallo. Hace un momento yo mismo estuve en esa portería, así que realmente siento algo especial aquí”, añadió Skorza.
A pesar de su edad y de ser eclipsado por modernos recintos como el SoFi Stadium o el BMO Stadium, el Rose Bowl sigue siendo un símbolo del deporte en Los Ángeles. Actualmente es hogar de los UCLA Bruins y sede del icónico tazón universitario de fútbol americano, el Rose Bowl.
Durante su participación en el torneo, Monterrey disputó tres partidos frente a Inter de Milán, River Plate y Urawa. Contó con un respaldo masivo de aficionados que viajaron desde Nuevo León, y que, a pesar de ser superados en número por la hinchada de River en uno de los juegos, celebraron el avance de su equipo a la siguiente ronda. Muchos de estos hinchas expresaron su aprecio por el ambiente del Rose Bowl, comparándolo con el desaparecido Estadio Tecnológico de Monterrey, que para muchos, ofrecía una experiencia más vibrante que el moderno Estadio BBVA.
“Es muy diferente el ambiente a un partido regular en nuestro estadio”, dijo Javier Caballero, quien viajó de Monterrey para tres partidos del Rose Bowl.
Sin embargo, no todo fue ideal. Las altas temperaturas y el tráfico fueron motivo de quejas. El Atlético de Madrid expresó su inconformidad por haber disputado dos partidos al mediodía bajo un calor sofocante, que también afectó a aficionados y prensa.
Otros, se quejaron de la logística.
“Es un estadio muy bonito, antiguo, pero el servicio ha estado muy incómodo”, declaró Fortunato Elizondo, aficionado del Monterrey que llegó para apoyar a los Rayados para los tres cotejos . “Se pierde mucho tiempo para comprar refrescos, cerveza, comida. Los baños están limpios pero se congestionan demasiado. Les falta más personal”.
Elizondo también se quejó de la inconsistencia en las entradas y los reglamentos, pues en algunas entradas no les permitían entrar con banderas y en otras sí.
“Uno viene a disfrutar y echar porras, hacen muy complicado el proceso”, añadió Elizondo.
Otros hinchas, como Rogelio Garza Galindo, valoraron positivamente la logística, en especial la transportación desde el centro de Pasadena.
El nuevo formato del Mundial de Clubes ha permitido a los aficionados estadounidenses ver en acción a equipos que rara vez pisan suelo norteamericano. También, fue una buena excusa para visitar Estados Unidos para aquellos miles de seguidores que llegaron desde lejos para alentar a los suyos, como los fanáticos del Botafogo y River Plate.
“Creo que va a ser un clásico”, dijo Emiliano Rubinsztejn, aficionado de River Plate que viajó desde la Patagonia en Argentina a Los Ángeles.
“Al principio pensé que serían partidos tipo pretemporada, pero se nota que los equipos lo han tomado en serio”, expresó Reyes, residente de Hemet, quien asistió junto a su hijo Marcelo a dos encuentros del Monterrey.
En 2026, el Mundial regresará a California, pero no al Rose Bowl. Será el moderno SoFi Stadium en Inglewood el que albergue ocho partidos del torneo más esperado. Aun así, el viejo estadio de Pasadena no quedará en el olvido: volverá a brillar en los Juegos Olímpicos de 2028 como sede de las semifinales y finales del fútbol masculino y femenino.
Pero si algo ha demostrado nuevamente el Rose Bowl, es que la historia no se mide en modernidad, sino en recuerdos imborrables.
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